Mucha creatividad y un poquito de crueldad: adivinando el sexo del feto antes de la llegada de la ecografía
El ultrasonido fue, es y será una enorme herramienta para la medicina, eso es un hecho. ¿Pero cómo eran las cosas cuando esta tecnología no existía? Curiosidades y mitos (algunos se resisten a morir) de cuando el humano tenía que aguantarse la intriga.

Sabemos, o nos podemos imaginar fácilmente, la revolución que supuso en su momento la
utilización de la tecnología del ultrasonido en el ámbito de la medicina: la ecografía es accesible,
en principio económica, no invasiva, incluso portátil, de alta resolución y se puede repetir sin
inconvenientes, características que la convirtieron en una aliada indispensable. Entre las décadas
del 50 y 60 del siglo pasado se gestó esta herramienta vital que nos acompaña y ayuda a prevenir
o tratar situaciones o enfermedades de una manera mucho más efectiva, práctica, indolora.
Ahora bien, el uso más “emocionante” del ultrasonido, si se quiere, claramente es el de la ecografía de la semana 20, el famoso estudio que les dirá a los padres el sexo del feto con bastante certeza. También información mucho más importante sobre su estado de salud, claro, aunque no tan popular.
Relajémonos un poco y hagamos una pregunta: ¿cómo se podía averiguar esto antes de las ecografías? Respuesta corta: no se podía. Y eso daba rienda suelta a un sinfín de pseudo métodos,muchos bastante cómicos, otros un poco perturbadores, a saber:
– La forma del vientre de la madre
– Los antojos: salado nene, dulce nena
– Más nauseas: nena; menos: nene
– ¡¡¡¡El color de los pezones de la madre!!!
– Pruebas con aceites, anillos, ajos, y un largo etcétera.
Para finalizar este corto listado, también tenemos que mencionar otras teorías y prácticas no tan risueñas. María Montes Muñoz nos relata, en su libro Las culturas del nacimiento, cómo se intentaba adivinar el sexo según libros y tratados de alrededor del siglo XV en Europa: “…cómo se encontraba el saber médico de la época… se usaba la teoría de los humores. En estos tratados encontramos una explicación a los síntomas del embarazo que nos acercan al diagnóstico del sexo fetal. Si el color de la cara de la madre es bueno, el cuerpo ligero, y tiene buenos sueños, es que ha gestado un varón, ‘ya que todo esto no viene sino por mejor disposición de la sangre y mejor contentamiento de la natura por haber procreado lo más perfecto que es el varón’”. También sobran ejemplos de lo valioso que era que el hijo de una reina sea varón… lo que hubiera dado un rey por tener un ecografista en la corte.